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Esta otra Ibiza no se encuentra en folletos turísticos ni en los vídeos que circulan por redes sociales. Es la que se descubre andando, hablando con la gente local, siguiendo un sendero de piedra que baja hasta una cala vacía o tomando un desvío sin nombre en el interior de la isla. Aquí, el tiempo corre de otra forma.
El truco está en madrugar o esperar al atardecer. En evitar los lugares donde se concentran los autobuses y en dejar que la curiosidad guíe el camino. Llevar agua, calzado cómodo y muchas ganas de parar, mirar y respirar. Eso basta.
Desde Cala d’en Serra hasta los alrededores de Es Portitxol, la costa norte ofrece caminos donde parece que el tiempo se haya detenido. Acantilados rojizos, pinos que se doblan con el viento y escaleras de piedra que bajan a pequeñas calas sin servicio, sin cobertura… pero con una belleza que lo llena todo.
Sant Mateu, Santa Agnès o Es Cubells son buenos puntos de partida para descubrir otra Ibiza: la de los campos de almendros, las paredes de piedra seca y las iglesias encaladas. Caminar por estas zonas es recorrer paisajes que huelen a tierra, a hierbas aromáticas y a historia rural.
Hay varias apps que ayudan a seguir rutas señalizadas, pero nada como preguntar a quien vive allí. Muchos locales te recomiendan caminos poco transitados, fuentes escondidas o miradores que no aparecen en Google. Y casi siempre aciertan.
Ver la costa desde el mar cambia la perspectiva por completo. El kayak permite llegar a cuevas marinas y rincones inaccesibles a pie. El snorkel revela un mundo submarino donde se mueven en silencio peces de colores, praderas de posidonia y rocas llenas de vida. Y el yoga al amanecer, frente al mar o en un claro entre pinos, es una forma perfecta de empezar el día en conexión total con la isla.
Además de naturaleza, Ibiza ofrece actividades más pausadas que conectan con su tradición. Hay talleres de cerámica, cursos de hierbas ibicencas, visitas a huertos ecológicos y sesiones de cocina local. Todo con un enfoque sencillo, respetuoso, donde lo importante no es la perfección del resultado, sino el disfrute del proceso.
Moverse en bici eléctrica, compartir coche o elegir proveedores locales son decisiones pequeñas que suman. En muchos casos, quienes más disfrutan de la isla son los que más la cuidan. Y eso se nota.
Tras una ruta entre sabinas o una jornada de kayak, el cuerpo pide algo más que una ensalada. La cocina ibicenca tiene platos reconfortantes como el “bullit de peix”, la “sobrasada” artesana o un buen pan con alioli y tomate. Sabores que no buscan impresionar, pero que se quedan en la memoria.
Lo mejor es que muchos lugares han sabido mezclar la tradición con toques actuales. Cocinas que respetan el producto local, que entienden los tiempos de la tierra y que juegan con nuevas formas sin perder la esencia. Comer bien en Ibiza es fácil… si sabes dónde ir.
En Social Point Ibiza la comida no es solo el final de una excursión, sino parte de la experiencia. Es un lugar donde sentarte a comer sin prisa, rodeado de gente que valora lo auténtico, lo natural, lo bien hecho. El tipo de sitio que uno recomienda sin dudar, porque cuando llegas te sientes en casa, aunque vengas de lejos.